domingo, 27 de enero de 2013

Karachipampa y Uyuni: ¿nuevas esperanzas o frustraciones?

En recientes declaraciones a radio Fides, el ministro de Minería y Metalurgia ha manifestado que las próximas inauguraciones del Complejo Metalúrgico de Karachipampa y la Planta Piloto de Carbonato de Litio “son la prueba de que la minería en Bolivia está en su mejor momento y que contrariamente a lo que afirman ‘artículos de prensa y comentaristas’ el desempeño del sector ha sido el de los mejores, porque a pesar de la reducción de los precios de los minerales se logró tener muy buenos resultados”.

Mi primera reacción a esta opinión es que habría que ver qué significa un buen desempeño del sector para el ministro. Al parecer, a la citada autoridad no le preocupa en lo más mínimo el saqueo en el que aún se encuentran sometidos nuestros valiosos recursos mineros, que se traduce en una recaudación para la región y el Estado por concepto de regalías e impuestos ínfima, tal como he planteado hace ya varios años y acaba de señalar incluso un prominente defensor del proceso de cambio.

Sobre Karachipampa, debo preguntarle si se han tomado las previsiones necesarias para evitar la contaminación ambiental que podría causar graves problemas de salud a la población de la ciudad de Potosí; y en torno a Uyuni, mi pregunta es si sabe que la planta piloto de cloruro de potasio (falsamente inaugurada en agosto de 2012) y la planta piloto de carbonato de litio (inaugurada recientemente) constituyen la última etapa de los procesos de producción a nivel piloto de tales compuestos que presuponen la definición previa de los respectivos métodos de explotación de salmueras en el salar de Uyuni.

Respecto a esta última cuestión, por toda la información que he podido acumular y las recientes afirmaciones del gerente nacional de recursos evaporíticos, todo parece indicar que a la fecha existen dos posibilidades: Una, que los mencionados métodos aún no se encuentran definidos y el proyecto continuará experimentando a lo largo de quién sabe cuánto tiempo más, mal utilizando recursos financieros provenientes del Banco Central; y otra, que sí se definieron los mismos y que por sus características implican posiblemente años de evaporación de las salmueras. Ambas posibilidades explican por qué el antedicho gerente en una parte de su entrevista con La Razón sostiene que la planta piloto de carbonato de litio:

“Tiene una capacidad instalada de 40 TM de carbonato de litio por mes, pero la producción de prueba será menor (siete TM mes), porque aún hay problemas en la provisión de materia prima por día. Esto va a ir creciendo hasta completar las 40 TM mes de aquí a unos ocho meses”.

O sea que por al menos ocho meses más el proyecto piloto continuará usando recursos financieros destinados a la fase industrial del proyecto en la fase experimental o piloto del mismo. Me pregunto si el ministro se habrá dado cuenta de lo que esto significa en lenguaje simple y claro y si no debiera ser objeto de investigación y, eventualmente, pasible a una sanción (al menos) administrativa.

También revelan otras cosas cuando, por ejemplo, en otra parte de la entrevista, el susodicho se queja de “la dificultad que tienen en la construcción de piscinas porque, debido a la época de lluvias, el salar se inunda entre cinco y siete meses al año, y estas infraestructuras demoran al menos cuatro a cinco meses en construirse”.

En efecto, si es como señala el aludido, entonces: ¿cuándo se evaporan las salmueras en las costosas piscinas ya construidas y por construir? Y la respuesta sería: Entre siete y cinco meses al año, lo que sumado al hecho de que las tasas de evaporación en Uyuni son alrededor de la mitad de las de Atacama, se convierte en más de dos años necesarios para la precipitación de las diferentes sales presentes en el proceso “descubierto” por los técnicos del proyecto de potasio y litio del salar de Uyuni. Esto explica por qué el responsable del proyecto piloto primero dice que la planta industrial producirá al inicio sólo 5.000 toneladas/año de carbonato de litio para alcanzar entre 2016 y 2020 (¿?) las 30.000 toneladas/año establecidas como meta final de la llamada estrategia de industrialización de los recursos evaporíticos.

Lo que no dicen ni el gerente ni el ministro es que para entonces la demanda mundial de litio, según las estimaciones más moderadas, superará las 300 mil toneladas/año, dejándonos, en el mejor de los casos, con una porción irrelevante (10%) del mercado más estratégico de los próximos años.

Al parecer, al ministro no le preocupa en lo más mínimo el saqueo en el que se encuentran sometidos nuestros recursos mineros.



Juan Carlos Zuleta Calderón es analista de la economía del litio.

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