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Vuelvo a comentar sobre la recién estrenada Ley de Minería y Metalurgia, dentro de una línea de pragmatismo que no le hace mal a nadie y esta vez sobre la industrialización de nuestras salmueras. El Art. 73 en su parágrafo IV a la letra dice: "La Comibol desarrollará los procesos de química básica de sus recursos evaporíticos con una participación 100 % estatal para la producción y comercialización de: cloruro de litio, sulfato de litio, hidróxido de litio y carbonato de litio; cloruro de potasio, nitrato de potasio, sulfato de potasio, sales derivadas e intermedias y otros productos de la cadena evaporítica.
Procesos posteriores de semi-industrialización e industrialización se podrán realizar mediante contratos de asociación con empresas privadas nacionales o extranjeras, manteniendo la participación mayoritaria del Estado". Sin querer queriendo nos engrillamos más en el intento de desarrollar este añejo proyecto de los bolivianos sobre el que en repetidas oportunidades se ha comentado en esta columna. Como casi todo en la Ley, hay una elevada carga de chauvinismo en la redacción de este párrafo, que no condice con la realidad de los hechos y con la capacidad del país para cristalizar en el menor tiempo posible la industrialización del Salar de Uyuni. Todos sabemos que franceses, chinos, coreanos, japoneses y otros, han trabajado y experimentado con las sales de Uyuni, también sabemos que la tecnología de separación de las múltiples sales es casi centenaria, que no hay secretos, que la clave del éxito es el manejo de costos para tener una producción competitiva con aquella de Chile y Argentina para hablar de la región; también sabemos que en los años que llevamos experimentando en nuestra planta piloto –un interesante empeño nacional-, los resultados no son tan alentadores como para saltar de alegría, por las condiciones de clima y nivel de evaporación, que deberemos adicionar un circuito para compensar estas desventajas y que éstas, significan costos adicionales. Entonces, con una norma tan restrictiva como la mencionada, ¿Queremos postergar resultados para las calendas griegas?, ya llevamos más de 40 años desde el primer intento de licitar la explotación del Salar y nos acercamos a una década de los últimos escarceos por reactivar el proyecto ¿No sería saludable un poco de pragmatismo en la redacción del reglamento de la Ley para abrir este y otros candados que voluntariamente nos ponemos, para mostrar una cara progresista en temas que dependen de parámetros técnicos y de economías de escala si queremos tener éxito?
El proyecto del salar tenía un tremendo potencial cuando los autos eléctricos e híbridos eran un sueño, hoy ya circulan en calles y caminos de algunos países; la lucha hoy es por el control de mercados y eso es competitividad y coyuntura económica. Esta debiera ser aprovechada antes que algunos sustitutos del litio en baterías ó del potasio en fertilizantes –para citar las aplicaciones más importantes -, entren en la lucha por mejorar rendimientos y costos.
Los dogmas no dan de comer y las salmueras allí donde se encuentran, sin la tecnología apropiada para industrializarlas y ponerlas en el mercado en la coyuntura adecuada, tampoco. La finitud de los procesos económicos y la vorágine de cambios tecnológicos actuales, dejan muy poco margen de especulación teórica y/o retórica en este y otros casos de aprovechamiento de recursos minerales.
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