lunes, 24 de febrero de 2014

Solo siete marcas de sal yodada están autorizadas contra el bocio

Condorito, Delisal, El Salerito, Lobos, Maguita, Súper Sal Salud y Salsita, son las siete marcas de sal certificadas por el Ministerio de Salud como las que cumplen la normativa de fortificación con yodato de potasio y por lo tanto son aptas para el consumo

La lista fue
La deficiencia de yodo en Bolivia fue una problemática que obligó a las autoridades en salud implementar planes y estrategias de salud para atender esta necesidad.
EFECTOS El endocrinólogo Douglas Villarroel, señala que una de las manifestaciones de la carencia de yodo es el retraso escolar, los niños o jóvenes disminuyen su capacidad para aprender o se distraen en el trabajo, repercutiendo en su desarrollo social, económico y cultural

El limitado desarrollo corporal y mental, y la notable disminución del metabolismo basal, conocido como cretinismo, existe en varios grados

También puede producir una deficiencia en el crecimiento físico.
EL BOCIO El bocio o aumento de tamaño de la glándula tiroides hacía sentir sus “devastadoras repercusiones sobre la salud de las personas”, principalmente en niños y mujeres embarazadas, según la afirmación del endocrinólogo Douglas Villarroel

La afección más conocida por la deficiencia de yodo es el bocio, que se manifiesta como un crecimiento a veces exagerado de la papada; pero hay desórdenes provocados por la deficiencia de este micronutriente que tienen quizá más importancia por su impacto a la salud de las personas.
En casos graves hasta puede influir en la fertilidad, retraso del crecimiento o desarrollo de los niños, y cretinismo.
CAUSAS La principal causa para este problema en la tiroides fue la deficiencia de yodo

A diferencia de otros nutrientes, los requerimientos de yodo de una persona no se obtienen a través de los alimentos, con excepción de los productos de mar

Villarroel señala que en Bolivia, especialmente en Santa Cruz, la corteza terrestre es pobre en contenido de yodo y consecuentemente los alimentos producidos en la tierra son deficientes de éste elemento, es decir, que todo lo que nace y crece carece de yo-do

La UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS) declararon, hace unos años a Bolivia, país libre de enfermedades secundarias a la deficiencia de yodo, sin embargo por el año 2011 su reaparición movilizó nuevamente a las autoridades en salud.
Desde entonces, rigurosos controles se vienen realizando para garantizar el fortalecimiento de la sal con yodo para superar definitivamente esta problemática.
Las industrias salineras deben ajustarse a las normas dispuestas por el Ministerio de Salud, desde el procesamiento, transporte y comercialización, dando garantía sanitaria y control interno para que este producto de consumo masivo llegue a los hogares bolivianos de manera fortificada

El Sistema de Vigilancia y Control de Alimentos Fortificados es la instancia encargada de verificar si la sal tiene el suficiente grado de yodo.
ADVERTENCIA Las industrias salineras que no cumplan con la normativa vigente de yodación en la sal, serán pasibles a sanciones establecidas por Ley, según señala un comunicado del Ministerio de Salud, el pasado 10 de diciembre de 2013.
Quillacolleños heredaron el apelativo de “q’otus” por el bocio
La visibilidad del bocio, popularmente conocido como q’otu, en la papada de algunos habitantes del Valle Bajo determinó que los quillacolleños heredaran hasta el día de hoy el apelativo de q’otus, palabra quechua con la que se conoce al bocio

Según el relato del abogado y analista, Hugo Santa Cruz, eran los habitantes de la exhacienda en Cotapachi quienes se mostraban en mayor número con esta enfermedad. “Ya formaban parte del cotidiano, sin embargo no dejaban de ser impactantes porque habían casos bastante delicados donde verdaderas bolsas de piel les colgaban en el cuello”, cuenta.
El analista señala que si bien en el centro poblado de Quillacollo habían muy pocos casos, el denominativo q’otus tomaba fuerza en los días de feria -domingo- cuando pobladores de todas las localidades vecinas llegaban para vender sus productos.
En aquellos años -la década de los 40 y 50- la falta de centros de salud, así como de profesionales médicos limitaba el tratamiento y atención de estas personas. “En Quillacollo sólo había la enfermera Domitila Ontiveros, y no habían médicos, mucho menos clínicas donde se pudieran realizar las cirugías”, explica Santa Cruz

El exdirector de Cultura de este municipio, Noe Pérez, señala que los quillacolleños reciben este apelativo más como un cariño que como un insulto, al igual que los manka llut’as (confeccionistas de ollas de barro) en Colcapirhua o los choqru rosquetes (rosquetes tiesos) en Punata.

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